lunes, 2 de octubre de 2017

La Ley

Todo estado tiene, mejor dicho debería tener, su fundamento en la Ley. El cumplimiento de la Ley, por todos, sin excepción, nos hace acreedores de derechos y garantías que nos permiten hacer una exigencia tanto al Estado de Derecho como a quienes estén incurriendo ante esta falta, además de que buscan garantizar el bienestar social, mientras que su infracción nos hace vulnerables de recibir sanciones y multas, además de ser privados de nuestra libertad. En un estado democrático, todos somos iguales ante el cumplimiento de la Ley.

El imperio de la ley, el "Estado de Derecho", es un requisito vital para el progreso económico. También lo es para la igualdad; es un muro contra la opresión del débil por el fuerte. 

La creación, el nacimiento, del Derecho sin lugar a dudas, es la mayor creación del ser humano en su camino desde la barbarie hacia la convivencia armoniosa, la libertad y la paz. Es la más sublime concreción de la racionalidad y razonabilidad humana. Y solo la ley, que dimana del derecho, hace posible el ejercicio de la libertad y la vida civilizada.   

La ley hace posible la superación del imperio de la fuerza bruta, la opresión del fuerte sobre el débil.

Ahora, no podemos ser tan ingenuos como para pensar que las leyes son perfectas. Como todo lo humano puede ser susceptible de error y mejora. Por ello no podemos de pensar, en ocasiones, que las leyes como su aplicación son imperfectas. Que en ocasiones, la ley y su aplicación, son susceptibles a la corrupción y a la debilidad de los legisladores, los jueces, la autoridad que las aplica y hasta la manipulación de los poderosos. Pero pese esa posibilidad, una sociedad sometida al imperio de las leyes es preferible a aquella regida por la violencia, la manipulación, la opresión, el saqueo y en el peor de los escenarios, el asesinato.

Y todo este artículo, se puede resumir o contener en una única frase, que fue escrita hace más de dos mil años, cuando  Cicerón (escritor, orador y político romano 106 AC - 43 AC), aseveraba que “somos esclavos de las leyes para poder ser libres”. 

¡Cuanta verdad en tan pocas palabras!


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