Asociaciones
como Ómnium Cultural y Asamblea Nacional Catalana (entre otras), son asociaciones
abiertamente independentistas que desarrollan su actividad desde hace años en
pro de la independencia con multitud de actos y eventos.
Partidos políticos como Esquerra Republicana, Cup o Partit Demòcrata Català (Convergència) entre otros, son partidos políticos independentistas legales y con representación a nivel Nacional, Autonómico y Local desde hace décadas.
Contando además con diferentes medios de comunicación igualmente independentistas.
Y esto es extrapolable a muchos otros territorios españoles (Compromís, EH Bildu, Bloque Nacionalista Galego (BNG)... etc.)
¿Cómo es posible que alguien sea crea que España es un país fascista, un pais donde no hay libertades?
Me sorprende que manipulables pueden llegar a ser ciertas personas.
Democracy Index en el ejercicio 2017 realizó su clasificación del grado
de democracia donde España obtiene una
puntuación de 8.08, superando a países como Francia (7.80), Bélgica (7.78),
Italia (7.98), Portugal (7.84), Estados Unidos (7.98) o Japón (7.88).
Acceso directo para verificar los
datos indicados:
El Democracy
Index (índice de democracia) es una clasificación hecha por la
Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU por sus siglas en
inglés), a través de la cual se pretende determinar el rango de democracia en
167 países.
Por su
parte, Index Freedom in the world en
su informe otorgó a España una
puntuación de 94 puntos sobre 100, que está igualada a países de nuestro
entorno como Alemania, Reino Unido o Austria y, superando a países como Francia
(90), Italia (89), EE. UU. (86), Grecia (85) o Corea del Sur.
Acceso directo para verificar los
datos indicados:
Freedom in the World es un estudio e
informe anual de Freedom House,
organización radicada en Estados Unidos, que mide el grado de democracia y
libertad política en todos los países y en los más importantes territorios en
disputa de todo el mundo.
Ello
demuestra a las claras que la conducta de los independentistas catalanes, desde mi prisma particular, son en el fondo solamente
unos oportunistas, es hipocresía pura.
Su
concepto de democracia va cambiando según les interesa. En democracia cada una
de las partes debe respetar lo que deciden el conjunto. Ellos dicen que no, que
es el conjunto el que tiene que someterse a lo que quiere solo una parte. Como
en España hay 47 millones de personas y solo les apoyan 2 pues dicen que los
españoles no tienen derecho a decidir. Que no se debe respetar lo que quiere la
mayoría de los españoles, sino la mayoría de los catalanes.
Cuando
votan los catalanes y un 53 por 100 no les vota dicen que el número de votos es
lo de menos, que lo democrático son los escaños en el parlamento.
Cuando
alguien defiende la unidad de España es un fascista, ellos defienden que lo democrático
es que si una de las partes se quiere ir, se debe aceptar. Pero cuando los
defensores de Tabarnia dicen eso mismo, resulta que ya no vale. Cataluña es una
e indivisible, defender la indivisibilidad en su caso no es fascista y los
tabarnieses, son un chiste, y deben someterse a los intereses independentistas.
El derecho democrático de autodeterminación solo vale para ellos, los otros son
colonos. Ciudadanos de segunda.
Defienden
el derecho a decidir, pero claro, eso solo vale si lo que decides es
independencia, si lo que decides es que tu hijo estudie español porque es su
lengua materna resulta que no. Defienden que tienen que defender su idioma y
cultura, para que perdure y se transmita a sus hijos, pero claro, ese es un
derecho exclusivo de los catalanoparlantes, si eres castellanoparlante no, en
ese caso transmitir tu idioma a tus hijos es ser fascista.
Reconozco
en estos temas la dificultad para muchos para poder discernir la verdad de la
mentira. La verdad contrapuesta a unos intereses u otros. La manipulación a través
de la verdad y la mentira.
Abordar
el tema desde un punto de vista de verdad o mentira es mucho más complejo de lo
que nos pudiese parecer a primera vista.
Las
personas, todas sin excepción, lo que admiten como verdad depende de muchos
factores. Hay una verdad científica, pero también una filosófica, religiosa,
personal, ideológica, etc.
Y
no todas esas “verdades” tienen el
mismo grado de validez. O al menos, deberían de tenerlo.
En
ciencia, por ejemplo, no se puede postular algo como verdad si no hay
evidencias empíricas, es decir demostración física o teórica de que lo sea.
Algo similar ocurre en la filosofía. Sin embargo, esto no se aplica a los demás
campos. En esos terrenos, como la ideología o la religión, algo es verdad si lo
dice una figura de autoridad. No importa que sea incapaz de probarlo. Y eso es
precisamente lo que está ocurriendo en el llamado “prucés”. Los axiomas que establecen los líderes del “prucés” son aceptados sin la menor
sombra de duda por todos sus seguidores.
Entre
una verdad no probada y una mentira a veces no hay gran distancia. Pese a esto,
a muchas personas no les interesa. De hecho, están dispuestas a creer, incluso
en contra de toda evidencia. Esto sucede porque a veces la mentira conforta,
mientras que la verdad inquieta… La mentira de una Cataluña independiente,
prospera, motor de crecimiento y modelo mundial, conforta más que esa España en
crisis a todos los niveles.
El
independentismo juega su baza de populismo, siendo suficiente crear consignas
que digan a la gente lo que
quiere escuchar, porque todos queremos creer aquellos mensajes que nos agradan,
con independencia de su paralelismo con la realidad.
Pero no solo eso. Han conseguido que
cultural y socialmente sus mantras lleguen al pueblo. Han conseguido que llamar
a este país fascista, donde no hay libertad, se instale y con ello perpetuar una
falsedad. Siendo capaces de todo por sostener esa
mentira.
No se dan cuenta, o no quieren ver, que
esto no beneficia al pueblo, sino a esa clase política que los dirigen.
La clase política dirigente de Cataluña
sigue valiéndose, de manera consciente, de la mentira como medio para manipular
las mentes de las personas y así lograr que acepten lo inaceptable y secunden
planes que siguen el interés de unos pocos.
Hace
mucho tiempo que los dirigentes del “prucés”
se dieron cuenta, gracias a la experiencia de otros regímenes del pasado, de
que las sociedades, los pueblos, eran capaces de creer en cualquier mensaje si
este era presentado de la manera adecuada. Solo había que ejercer un control
absoluto sobre los medios de comunicación social y todas aquellas instituciones
que transmitieran ideología, entre ellas, la escuela. Bastaba con hurgar en los
miedos, los odios y las inseguridades. Luego construir una “verdad” conveniente y repetirla hasta la
saciedad.
Lo
que ocurre con la repetición es que genera creencias muy profundas. Cuando nuestra
mente percibe una situación nueva, en un principio hay un desequilibrio, al que
sigue una asimilación, una acomodación y luego una adaptación. Es el mismo
caso, como cuando llegamos a una ciudad que no conocemos y en principio nos
sentimos desubicados, pero poco a poco, de tanto ver los mismos lugares, nos
vamos familiarizando hasta que nos apropiamos y percibimos como natural el
nuevo entorno.
Con
la mentira repetida ocurre algo similar. La mente se va adaptando para
escucharla, para percibirla y termina incorporándola a su ámbito de
pensamiento. Es lo familiar, lo conocido, lo que todo el mundo afirma. En el caso
de las grandes mentiras del poder, es también la respuesta al miedo o la
inseguridad. O la explicación comprensible de lo que se ignora o no se
comprende. Por eso la obsesión de repetir y decir en toda ocasión frases
grandilocuentes que reafirmen su “realidad”.
Por muy falsa que en un principio nos pueda parecer (España nos roba. España país de fascistas sin libertad. O ante una
discrepancia calificarte de fascista…).
De
ahí la obsesión por controlar la información y la formación de todos estos políticos
integrados en el “prucés”. No es
gratuito que haya una relación tan estrecha entre el poder y los medios de
comunicación.
Y
si algo han demostrado es que los medios, tradicionales o más actuales, los
manejan como nadie. Sabedores de que no importa a través de qué medio se
transmita un contenido, sino desde qué intención se narra o se divulga.
No
hace falta ser muy sagaz para darse cuenta de que una parte muy importante de
la ciudadanía catalana pertenece, y siempre desde mi punto de vista, a ese
grupo de personas que se empeñan en “no
querer ver la verdad” y que se sienten mejor creyendo sus propias mentiras.
Personas que responden al dicho español de que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y esto es algo que funciona siempre en el
terreno de la verdad y la mentira social.
La
realidad que ha creado la “ruta verdadera
del prucés” y que siguen sin querer
ver. Una realidad que nos dice que el paro crece, las nuevas contrataciones
caen, el turismo busca otros destinos, a la tercera edad del Imserso se pasó en
tiempo de esperarlos, los trasatlánticos que navegan por el Mediterráneo ya
recalan en Valencia y Baleares, el ritmo de alquiler y compraventa de inmuebles
registra caídas épicas, las empresas españolas huyen -dicen que hasta que las aguas amainen- las multinacionales se van
para no volver, la Agencia Europea del Medicamento anidó en Ámsterdam, la
apertura de nuevas empresas e inversiones se estancó, etc. etc. y pese a ello,
los dirigentes del “prucés” sigue con
su mantra del país idílico que van a crear.
En mi humilde opinión lo
peor que le puede pasar a un pueblo no es que sea ciego, sino idiota o manipulable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario